¿Progreso o ilusión?

Luego de ciertas vivencias y una cautelosa observación del comportamiento de algunas personas, comprendí, por la vía menos amable, que obtener ventajas aprovechándose de las debilidades en la manera de actuar de los demás no equivale necesariamente a un verdadero avance, ni representa un cambio significativo en nuestra forma de proceder.

Cuando alguien utiliza las fallas ajenas como trampolín, corre el riesgo de ignorar las grietas silenciosas de su propio carácter.

Y es que, si nos distraemos de nuestro proceso interno por estar demasiado atentos a los errores de otros, podemos terminar revelando, en el momento menos esperado, la inmadurez de nuestra evolución, justo cuando esas personas que una vez se equivocaron, corrigen sus fallas y superan lo que nosotros nunca enfrentamos en nosotros mismos.

Existe un pleno y profundo sentimiento de paz cuando permitimos que nuestras decisiones hablen con coherencia de lo que somos.

Este comportamiento valioso nos aleja de la lucha constante e innecesaria de demostrar que somos más astutos que otros. El crecimiento no surge de aprovechar el tropiezo ajeno.

La clave tiene mucho que ver con la sinceridad con la que enfrentamos nuestras propias contradicciones. Es en esa confrontación silenciosa con uno mismo donde se inicia el cambio real: cuando dejamos de justificar nuestra pasividad con los errores de los demás, y decidimos encender nuestra propia luz, aun cuando nadie más esté mirando.

                                                                                                                                                             Johan Japhet Febrillet P.

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