La innovación siempre trae conflictos

He aprendido que toda chispa de innovación, por pequeña que parezca, suele generar tensión en los entornos donde reina la costumbre. La parte de la naturaleza de las nuevas ideas que se considera como “peligrosa” es su capacidad de interrumpir con el letargo mental de quienes han hecho de la rutina su zona segura. Por experiencia propia, puedo decir que no hay nada más incómodo para una mente estancada que presenciar cómo otra se atreve a moverse.

Cuando innovamos, en cualquier época que querramos utilizar como ejemplo, tenemos que pagar el precio de ser incomprendidos. Tanto por locura como por diferencia. Mientras unos duermen tranquilos en la cama de lo establecido, otros decidimos incomodarmos para construir un futuro mejor. Y en ese trayecto, no creas que lo común es el aplauso inmediato. Tres invitados indeseables siempre tocan nuestra puerta de inmediato. Ellos son, nada más y nada menos que el juicio, la duda y la burla.

Pero, no es una lucha entre el bien y el mal. Es una confrontación entre el movimiento y la quietud. Entre quien se atreve a pensar distinto y quien prefiere no pensar en absoluto. Las mentes que aman lo estático no siempre son malas; muchas veces sólo están adormecidas. Lo que no saben es que, al resistirse al cambio, también se resisten al crecimiento.

Por eso, cada vez que una idea me provoca vértigo, cada vez que siento que algo nuevo puede romper los moldes que aprendí a respetar, me obligo a escuchar. Te invito a que hagas lo mismo. Con esto no quiero decir que tengas que aceptarlo todo. Lo que quiero que entiendas es que el progreso no se siente cómodo al principio. La incomodidad es el precio de la evolución.

Innovar es, en esencia, provocar. Provocar pensamientos. Provocar reacciones. Provocar una mirada distinta en medio de un mundo que insiste en repetir lo mismo. Así que, si tus ideas están generando conflicto, no te apresures a apagarlas. Tal vez no estés haciendo algo mal. Tal vez estás comenzando a hacer algo que vale la pena.